Desmontando a Hitchcock
Extraños en un tren, 1951, blanco y negro, Hitchcock... ¿Suena a obra maestra, no? Veamos.
Basada en la novela homónima de Patricia Highsmith, y partiendo del guión adaptado por Raymond Chandler, la película parte de una premisa muy muy interesante: dos desconocidos intercambian sus asesinatos para que no se les pueda relacionar con la víctima. De hecho la idea es tan buena que ha sido repetida numerosas veces posteriormente.
Chandler y Hitchcock cogen tan buena premisa y la sodomizan. Solamente uno de los dos asesinatos se perpetra. No hay dilema moral en el bueno de la película. De hecho, hay un bueno muy bueno y un malo muy malo, cosa innecesaria y contraproducente en la historia (¿culpa del código Hays?). El encuentro entre los dos protagonistas es poco creíble, el diálogo forzado. La víctima es hija de la misoginia de Hitchcock: frívola, casquivana y retorcida, cuando no directamente malvada. El malo boicotea continuamente la premisa del plan para el asesinato perfecto, dejándose ver al lado del bueno todo el tiempo. La policía es tontuna, pero las deducciones de la guapísima novia son para mear y no echar gota (tu mujer... llevaba gafas, ¿verdad?). El director se empeña en mostrarnos el mechero como una pieza clave desde el primer plano en el que sale, pero acaba siendo un macguffin colosal (a ambos hombres se les relaciona por verlos juntos), la manera en que se libra el bueno es inverosímil (¿no hubiera sido lógico que la policía creyera que había contratado al malo para asesinar a su esposa, como incluso se sugiere durante la película?).
Que sí, que es Hitchcock. Muy chulo el plano del asesinato reflejado en las gafas. Bonito arranque con los zapatos. Simpático lo del perro. Cutre a más no poder el gag del retrato que pinta la madre del malo. Desfasada la escena del tiovivo, pero al menos aquí hay excusa por la época en que se rodó. Pero lo que no tiene pase es que nos clave un partido de tenis interminable cerca del final de la película, mal rodado para más inri.
Que no, que no pienso aceptar que esto sea una obra maestra. Entretenimiento con altibajos es lo máximo que admito, y eso con las gafas de 1950 puestas.
Truco para gafapastas farsantes
Es Hitchcock, así que lo tiene fácil: diga "maestro del suspense", hable del genial uso de la música para reforzar la tensión, alabe sus originales planos como el que hemos comentado de las gafas. Si alguien le discute que esta película es una puta obra maestra, tápese los oídos mientras tararea bien fuerte "NA-NA-NA-NA-NA-NA..."
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