¿Por qué el gafaplasta?
Me aburro con facilidad. Si hubiera nacido en otra época, quizás hubiera sido explorador. Descubrir nuevos horizontes, poner pie en tierra desconocida.
Hoy en día apenas hay cine, música, literatura, o arte. Hay industria cinematográfica, industria discográfica, bestsellers y exposiciones vacías. Hay secuelas, trilogías, referencias y homenajes nostálgicos. Vivimos entre los engranajes de la maquinaria del consumismo, que convierte lo que debería ser expresión libre, creatividad y lucha contra lo establecido, en un producto en un estante de una gran superficie. Se vende lo que el productor del momento decide que sea moda: un estribillo pop repetido hasta la náusea, una secuencia de acción espectacular. Otros se encargan de pensar por nosotros, de decidir lo que nos gusta.
Explorar otros terrenos en el cine y en la música, disfrutar de obras un poco apartadas del circuito más comercial, me hizo adentrarme en el universo gafapasta: una subcultura con ínfulas intelectuales, profundas y existencialistas. Un grupo de bichos raros muy pagados de sí mismos, encantados de conocerse y de escucharse parlotear. Gente pedante y engolada, que no admitirá nunca que una película es un tostón de tomo y lomo, porque eso equivaldría a admitir que no están en un plano elevado, lejos del alcance del común de los mortales. Porque quieren sentirse diferentes en esta sociedad uniformada que todo lo globaliza.
Atrapado entre la industria y el gafapastismo, con el que comparto una necesidad de exploración cultural, con El gafaplasta pretendo aportar un poco de cordura. Acercar extremos aparentemente irreconciliables. Buscar lo valioso y rechazar lo vacío. Todo desde un punto de vista personal y subjetivo.
Temblad planos fijos de más de diez minutos de duración, para mí no sois profundos ni metafóricos.
Pero solo es una opinión, claro está.
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